martes, 17 de agosto de 2010

DISCURSO JORGE SHARP

Posted on 8/17/2010 02:25:00 p. m. by Centro de Alumnos de Agronomía PUCV 2009

Estimada Comunidad Universitaria
Esta nueva versión del Claustro Pleno cobra especial relevancia para nuestra
Universidad en razón de los desafíos y retos que debemos afrontar. Por ello, como
Federación de Estudiantes, hemos querido compartir con ustedes en nuestra
intervención cuáles son los desafíos que identificamos tanto interna como
externamente y, a su vez, proponerles un camino y forma de trabajarlos y encararlos
como comunidad universitaria.
Partamos por casa.
Bajo la Rectoría del profesor Muga, el Consejo Superior ha comenzado el diseño del
nuevo Plan de Desarrollo Estratégico, la carta de navegación de nuestra institución
para los próximos años. En éste, encontraremos nuestras orientaciones y lineamientos
estratégicos en las distintas áreas del quehacer de la Universidad.
El nuevo Plan de Desarrollo Estratégico deberá contener todos aquellos aspectos que
definirán la Universidad Católica de Valparaíso del futuro, entre los cuales al menos se
encuentran:
Vinculación con el medio. El hecho que la Universidad haya sido acreditada en este
aspecto es un reconocimiento a la labor que hasta ahora se ha realizado. Sin embargo,
hay enfoques en esta materia que resulta imperativo que cambien. En el último
tiempo, hemos observado como la vinculación social de la Universidad raya casi en
estrategias de marketing o posicionamiento de mercado y se reduce a hacer extensión
en colegios y circuitos sociales acomodados de la quinta región. De hecho, hoy la
página web institucional nos anuncia, como bombos y platillos, que la Universidad
nuevamente realizará actividades en el Saint Paul School, en el Saint Dominic y otros
colegios de difícil pronunciación, nichos que tienen acceso directo a la cultura. Me
pregunto, ¿qué pasa con el ciclo de conciertos en Monte Dónico, en la Población
Edwards Bello de Playa Ancha, con las jornadas de cine en el cerro Ramaditas o en el
Liceo Industrial?
Hoy muchos de los quehaceres que nos vinculan con el medio son insuficientes y otros
tantos se alejan del espíritu de nuestra institución, del ideario de nuestros fundadores,
de una Universidad Católica abierta y comprometida con toda la población de
Valparaíso, especialmente con aquellas clases más vulnerables y explotadas. No somos
ni podemos ser una institución elitista. Por ello, debemos hacer un equilibrio y volcar
nuestros esfuerzos para tener una relación directa y cercana con la heterogeneidad de
círculos y clases sociales de la quinta región, lo que significa no sólo llevar a la
universidad cultural, artística o académicamente a la sociedad, sino que abrir de par en
par nuestras puertas.
En cuanto a investigación, creemos que resulta necesario revisar las políticas de
investigación de la Universidad. Queremos aportar a la tarea que desarrollará el recién
nombrado vicerrector, en base a una triple interrogante: ¿qué investigamos?; ¿quiénes
investigan?, y ¿cómo la financiamos?
¿Qué investigamos? La Universidad es centro de conocimiento en diversas disciplinas,
en ella la sociedad tiene el espacio ideal para desarrollar las artes, las humanidades, las
ciencias, etc. En consecuencia, debemos abrir líneas de investigación, y fortalecer las
que ya existen, que si bien pueden tener baja rentabilidad privada, pueden no
alimentar los apetitos insaciables del mercado y la productividad de las empresas, son
importantes para el desarrollo humano y social de nuestro país. Y no sólo lo anterior,
sino que potencien la creación de conocimiento.
¿Quién investiga? Sería estratégico abrir este quehacer no sólo a académicos o
estudiantes de postgrado, sino que también a estudiantes de pregrado, lo cual
permitirá fortalecer la formación del futuro profesional y, desde la más temprana
formación universitaria, formar a los futuros investigadores de la PUCV. En esta línea,
en la última Convención de Estudiantes, los estudiantes generamos un proyecto que
puede ser un aporte a este desafío.
Y por último, ¿cómo financiamos? En este sentido, no podemos dejar a los vaivenes del
mercado el financiamiento de nuestro quehacer investigativo. Por ello, para asegurar
una mayor independencia de la direccionalidad que nos da los fondos externos, será
pertinente liberar recursos para financiar estas líneas de investigación.
Algunos quehaceres que debemos repotenciar, olvidados por otras prioridades, son las
ciencias sociales, las humanidades y las artes. La filosofía, la historia, la música, las
artes, el trabajo social etc., que son quehaceres que producen conocimiento y saberes
alejado de los requerimientos agobiantes del mercado, deben estar presentes en el
diseño estratégico de una Universidad que tiene como misión pensar país y formar a
los líderes y profesionales del Chile del futuro. Así, debemos fijar los objetivos y los
medios con los cuales se trabajará, por ejemplo: fortaleciendo las carreras existentes
con recursos, infraestructura, profesores jornada completa; o incluso plantearnos la
apertura de nuevas carreras o áreas de investigación.
Fortalecimiento a la formación docente. A propósito de los magros resultados del
último SIMCE, los ingeniosos gobernantes de nuestro país se han dado cuenta que hay
problemas graves en la educación pública primaria y secundaria y han puesto como
una de sus causas principales la mala formación de profesores. En este punto,
debemos ser categóricos al afirmar que las desigualdades en la educación tienen como
causas las profundas contradicciones de nuestro sistema de económico‐social y no sólo
la presunta deficiente formación docente de nuestros profesores. Sin embargo, esta
discusión nos abre una oportunidad para revisar lo que estamos haciendo en
formación docente a fin de fortalecer aquellos aspectos que estén débiles. Nuestra
visión del pedagogo de la PUCV es la de un profesional de excelencia, comprometido
con la realidad nacional, conocedor del sistema educativo en su conjunto y no
segregado por niveles o áreas, y que ve estratégicamente su labor como una
herramienta que contribuya a la trasformación social y generar una sociedad de
garantías.
Una cuestión de preocupación central es siempre diseñar y desplegar un modelo de
gestión respetuoso de las personas. La tecnocracia, principio rector que guía el actuar
del gobierno actual y sus antecesores, no puede aterrizar a nuestra Universidad, ya
que eso nos llevaría a administrar a la institución como cualquier empresa. El criterio
estrictamente económico o más sencillamente el dinero, no puede ser el elemento
central en la toma de decisiones, sino uno más junto a otros. Son las personas las que
deben siempre estar en la centralidad del desarrollo y gestión institucional. No
dudamos que ello hoy se así; sin embargo, observamos con preocupación el hecho que
hoy en nuestra Universidad existan carreras que tengan un arancel que bordea los 3
millones de pesos y que existan compañeros y compañeras que hayan sido enviados a
DICOM por no pagar sus aranceles, teniendo como acreedor a la PUCV. También,
vemos muy cercano al patrón mercantil antes expuesto, la proliferación en los últimos
años de políticas de subcontratación de servicios no académicos que afectan la
estabilidad en el empleo y que en la práctica hacen que en nuestra Universidad haya
trabajadores de distintas categorías y distintas dignidades.
En este punto queremos ser claro. Más que una amenaza o peligro para los intereses
gremiales que podemos legítimamente tener como estudiantes, nos preocupa que la
Universidad sea Universidad y no empresa, sociedad anónima u otra cosa similar, ya
que ello destruye los cimientos mismos de nuestra octogenaria institución.
Y un último desafío interno que observamos, dice relación con el proceso de
renovación del cuerpo académico, tema de futuro que cruzará seguramente los cuatro
años de la actual rectoría. Este tema invita a su análisis a partir de una doble
aproximación: 1) académica, es decir, ¿qué tipo o perfil de académico es el que debe
enseñar en la PUCV el que en definitiva nos permitirá apuntar a la calidad y a la
excelencia?; y, 2) política, es decir,¿en quiénes debe radicar los derechos políticos, o
mejor dicho, la tarea de definir los destinos de nuestra Universidad?, ¿en parte de la
comunidad académica, como es ahora, o en la comunidad universitaria en su
conjunto?
En cuanto a la aproximación académica, debemos decir con cierta preocupación y
decepción que la implementación y desarrollo institucional en los últimos años de
políticas de subcontratación de servicios académicos han creado un cuerpo académico
relativamente joven y renovado, flexible (proliferan los profesores “taxis”),
económicamente menos pesado para los presupuestos e imposibilitado de ser titular
de derechos políticos por no tener gran vinculación con la institución; políticas, que no
contribuyen a tal urgente renovación, sino que debilita los objetivos perennes de
excelencia y mejoramiento sostenido de la calidad.
Es verdad el hecho que hoy que muchos académicos jóvenes tienen más compromiso
con su profesión que con la institución, pero debemos hacer un esfuerzo para poder
encantar a aquellos con nuestra Universidad. Los nuevos académicos no sólo deben
tener las credenciales bien puestas en sus áreas de trabajo, sino que deben ser
profesionales íntegros, tolerantes, justos, respetuosos de sus alumnos.
También la renovación de académicos tiene una aproximación política. En el proceso
de elección de rector sólo un profesor inscribió candidatura, lo que manifiesta que sólo
un reducido grupo o visión de académicos se interesó en ocuparse de los asuntos del
gobierno universitario. Lo anterior, a mi juicio, tiene su causa en el acomodamiento y
envejecimiento paulatino, y consecuente conservadurismo, de un importante grupo de
académicos que cuentan con plenos derechos políticos dentro de la Universidad, es
decir, que pueden ser parte de las decisiones del gobierno universitario.
A partir de lo anterior, como Federación de Estudiantes, nos surgen diversas
preguntas: ¿es conveniente que sólo este reducido grupo de miembros de la
comunidad universitaria siga titularizando la totalidad de los derechos políticos?
¿Resistirá el mediano plazo un sistema de gobierno universitario basado en una
especie de democracia tutelada y paternalista, que tiene alejada como niño a parte
importante de la comunidad universitaria de la toma de decisiones? ¿Estamos
preparados para pensar en nuevas formas de gobierno universitario, de manera
responsable y sin prejuicios? Todas estas preguntas nos invitan a una discusión y
debate donde todos los miembros de la comunidad universitaria, iglesia, gobierno
universitario, académicos, estudiantes, funcionarios, ex‐alumnos deberemos ser
participes. Nuestra madurez institucional, sin lugar a dudas, nos permitirá aquello.
Todos los desafíos anteriormente señalados, tienen más sentido si es que los ponemos
en relación al cada vez más interesante debate público respecto al conjunto de
cambios que debe experimentar el sistema de educación superior de nuestro país.
El gobierno ha presentado una agenda de reformas cuyo eje es el de optimizar el
“mercado” de la educación superior a través del mejoramiento de las condiciones de
competencia entre las distintas instituciones, eliminando para estos efectos todo
“privilegio” que atente contra la igualdad de trato (en términos prácticos significa
eliminar el AFD y crédito solidario). Se ha propuesto reemplazar los aportes basales
por fondos concursables que se entreguen a cualquier institución que dice llamarse
universidad. En términos prácticos lo anterior, significa acabar con las universidades
estatales y poner en serio riesgo a las universidades tradicionales, como la nuestra,
entregando dinero a empresas‐universidades de holdings empresariales
internacionales o a colegios‐universidades que en sus estatutos atentan contra las
libertades básicas consagradas en las Constitución.
Frente a esta agenda nuestra Universidad debe contar con posturas que sean capaces
de mirar al sistema universitario en su conjunto, no de manera corporativa ni gremial,
como ha hecho hasta ahora el CUE y la Cruz del Sur, sino política e integral. En
consecuencia será tarea proponerle al país un sistema o modelo universitario
público, integral y al servicio de las verdaderas necesidades de nuestro desarrollo
nacional. Para ello, no es lícito descartar formas o medios para proponer y exigir los
cambios que queremos. En sentido, seguramente el próximo año habrá estudiantes en
la calle, peleando por la educación que requiere nuestro país y sus futuras
generaciones, por un modelo de universidad y no por caprichos o intereses
corporativos.
La educación superior será uno de los debates centrales durante los próximos meses,
por tanto las maneras y las formas de enfrentarlo son fundamentales para que
nuestras visiones tengan éxito y contribuyan a los verdaderos cambios que exige
nuestro sistema de educación superior. En esta línea, estimamos que la nueva rectoría
tendrá la oportunidad estratégica de ser parte y generar, en conjunto a la comunidad
universitaria, un proceso amplio y participativo donde la Universidad como cuerpo,
como ha sido su permanente tradición, le entregue al país y a la sociedad su propuesta
para la educación superior pública del siglo XXI.
El carácter de esta instancia y las limitaciones de este discurso seguramente han hecho
que otros desafíos hayan quedado en el tintero. Sin embargo, aquellos enunciados son
grandes, complejos y claves para el futuro de nuestra Universidad y por lo mismo
requieren de una mirada, enfoque, diseño y forma de trabajo distintos a los actuales.
Desde nuestra perspectiva, la nueva rectoría, en este punto, tiene dos grandes
posibilidades. La primera, es mantener el enfoque actual de trabajo, donde la
participación y la visión de la comunidad universitaria no es un valor tanto deseado
como los fríos números de los resultados. En este esquema prima el principio de tutela
antes mencionado, ya que sólo un reducido grupo define el interés general de la
mayoría. Este diseño, propio de otro tiempo, creemos que no es el adecuado para
afrontar los retos institucionales que a paso galopante tocan nuestra puerta.
La segunda, habla de dar vuelta la página, pasar de las miradas, enfoques y formas
verticales de trabajo a otras horizontales que faciliten la participación real y la
verdadera inclusión. Donde el actor principal es la comunidad universitaria en su
conjunto y no sólo la comunidad de académicos y el gobierno universitario. Cuyas
escenas son los múltiples e ingentes desafíos. Y su recién escrito guión está compuesto
de páginas que relatan la fundación de una nueva relación, de un nuevo trato entre el
gobierno universitario y la comunidad universitaria.
Ustedes se preguntarán ¿nueva relación? Si. Una fundada en pilares elementales,
como es el diálogo e inclusión, que sabemos que la actual rectoría comparte.
Cimientos sobre los cuales los miembros de la comunidad universitaria, tolerante y
respetuosamente, compartirán sus visiones, debatirán sus ideas, acordarán sus
discrepancias y definirán conjuntamente los destinos generales o la macropolítica de la
Universidad. Una nueva relación que superará al verticalismo, el cual será visto como
una vieja práctica en desuso que respondía a otras coyunturas, verticalismo cabe decir
que los estudiantes no seguiremos aceptando, y que dará paso a nuevas formas y
espacios de participación.
Al decir esto no estamos pensando en reeditar diseños de hace 40 años ya que las
condiciones son otras. Tampoco creemos en una fórmula única y estanca, sino que
creemos que hay que estar abiertos a explorar alternativas que permitan fortalecer el
andar institucional. Alternativas deberán responder necesariamente a tópicos
elementales como lo son participación democrática, real, resolutiva, amplia, inclusiva,
integral y que versa en aquellos asuntos propios del andar general de la Universidad.
Y como el tiempo apremia, la invitación a iniciar el diálogo la hacemos en este
momento. Durante el mes de septiembre la Federación de Estudiantes en conjunto a
los Sindicato nº 1 y Alberto Hurtado y la Asociación Gremial de Académicos organizará
el Tercer Encuentro de la Comunidad Universitaria, el cual será un espacio que nos
permitirá como comunidad universitaria identificar los desafíos institucionales y aunar
voluntades y despejar prejuicios para explorar las mejores formas de participación
para poder darle sentido y razón a esta nueva forma de relación entre el gobierno
universitario y la comunidad universitaria.
Por último, no impetramos espacios de participación porque si. No queremos un
participar por participar. Si no que creemos que es el mejor camino que tendremos
para perfilar a nuestra Universidad hacia el futuro.

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Gracias

GOOOOLLLL DE CHILE!!!!!